Cubierta e ilustración de Para una vez que me arremango

La imagen como antesala del conflicto

La ilustración de Para una vez que me arremango no ilustra una escena concreta del libro: condensa su tensión emocional. Todo ocurre en un instante suspendido, como una fotografía tomada justo antes de que algo irreversible suceda.

Ana aparece corriendo en mitad de un paso de peatones, abrazando una carpeta contra el pecho como si fuera un escudo. Su gesto es de alerta, casi de huida. No mira hacia delante, sino hacia atrás, hacia una figura oscura que avanza por la acera. No sabemos quién es, pero sabemos que importa. El misterio no está subrayado, simplemente está ahí, acechando.

El entorno urbano refuerza esa sensación de peligro cotidiano: coches detenidos, luces encendidas, edificios que cierran la escena y un semáforo en rojo que funciona como símbolo claro de advertencia. Todo indica pausa forzada, límite, decisión.

Tinta y acuarela digital: emoción y narrativa

El trabajo de ilustración está realizado en tinta y acuarela digital, buscando deliberadamente un acabado orgánico, casi artesanal, que conecta con la tradición del dibujo editorial y la ilustración narrativa.

  • La tinta define los contornos, aporta tensión y estructura. El trazo no es rígido ni limpio en exceso: vibra, se quiebra ligeramente, como lo hace el mundo interior de la protagonista.
  • La acuarela digital construye la atmósfera. Los colores se expanden, se manchan, se superponen con transparencias que evocan humedad, noche, ruido urbano y confusión emocional. No hay colores planos: todo está ligeramente deslavado, como si la escena se recordara más que se viera.

El uso del azul grisáceo dominante envuelve la escena en una sensación de frío y distancia, mientras que los acentos cálidos (los faros de los coches, el rojo del semáforo) introducen peligro, urgencia y latido. Son puntos de tensión visual que guían la mirada del lector.

Composición y lectura visual

La composición dirige el ojo en diagonal, acompañando el movimiento de Ana. No está centrada de forma cómoda: invade el espacio, lo rompe, casi se sale del plano. Esto refuerza la idea de desajuste, de alguien que corre fuera de lugar, fuera de tiempo.

El título, rotundo y en mayúsculas, se integra como un bloque casi físico, pesado, que cae sobre la escena. No flota: pesa, como pesan las decisiones que atraviesan la novela.

Una portada que no explica, pero sí promete

El objetivo de esta ilustración no es resolver el misterio, sino invitar a entrar en él. Funciona como un umbral narrativo: adelanta conflicto, incomodidad y tensión moral sin desvelar nada esencial.

Es una imagen pensada para el lector joven, pero tratada con respeto adulto. No suaviza el tema ni lo dramatiza en exceso. Simplemente coloca al lector en el mismo punto que Ana: en mitad del cruce, con el semáforo en rojo y la sensación de que ya no hay marcha atrás.

Cubierta e ilustración de Para una vez que me arremango - editorial everest - Pablo Uria Ilustrador decubiertas, portadas y todo tipo de novelas.

Cuando el amor y la culpa se cruzan: un thriller emocional en clave juvenil

Hay historias que nacen en el silencio. En las aulas, en los trayectos rutinarios, en la timidez que no se atreve a levantar la mano. Esta novela de Alfredo Gómez Cerdá parte precisamente de ahí: de la vida aparentemente discreta de Ana, una adolescente introvertida que vive atrapada entre el ruido constante de una gran ciudad y la calma idealizada de un pueblo al que regresa cada verano.

Su mundo es pequeño, reconocible, cotidiano… hasta que aparece Javier, su profesor de Historia del Arte. Lo que comienza como una admiración silenciosa acaba convirtiéndose en una situación límite, incómoda y profundamente humana: el enamoramiento de una alumna hacia su profesor. No desde el morbo, sino desde la confusión emocional, el despertar afectivo y la falta de herramientas para gestionar sentimientos que desbordan.

La novela da un giro decisivo durante una excursión escolar. Ana, empujada por una mezcla de valentía e ingenuidad, decide declararse. A partir de ese momento, junto a su amigo José Luis, apodado “Paella”, sigue a Javier hasta una pequeña ermita. Lo que allí descubren cambia el tono del relato de forma radical: un cuerpo sin vida en el suelo y una reacción del profesor tan inquietante como inexplicable.

Desde ese instante, la historia se transforma en un thriller psicológico y moral, donde el misterio no reside solo en la muerte, sino en el conflicto interior de la protagonista. Ana queda atrapada en un duelo constante entre lo que siente y lo que sabe que debería hacer. Amor, culpa, miedo, lealtad y responsabilidad chocan en una narración que no ofrece respuestas fáciles.

Una novela para leer y debatir

Uno de los grandes valores de esta obra es su capacidad para interpelar al lector joven sin subestimarlo. Alfredo Gómez Cerdá aborda temas complejos como la ética, los límites, la idealización del adulto, el abuso de poder implícito y la construcción de la identidad emocional en la adolescencia, todo ello con un lenguaje accesible y una tensión narrativa sostenida.

No es casual que la editorial ofrezca una guía de lectura específica para docentes, pensada para trabajar el libro en el aula y abrir espacios de reflexión colectiva. Es una novela que invita a hablar, a cuestionar y a mirar de frente situaciones incómodas pero necesarias.

? Guía de lectura disponible aquí: https://www.everest.es/contacta-con-tu-comercial/docentes/

Sobre el autor

Alfredo Gómez Cerdá es una de las voces más sólidas y reconocidas de la literatura infantil y juvenil en lengua española. Licenciado por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su trayectoria en el teatro y el guion cinematográfico, ámbitos que se reflejan claramente en su dominio del ritmo y la construcción de escenas.

Con más de 90 títulos publicados y traducidos a numerosos idiomas, su obra ha cruzado fronteras y generaciones. Ha sido galardonado con algunos de los premios más prestigiosos del sector, entre ellos el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Gran Angular, el El Barco de Vapor o el White Raven, entre muchos otros.

Su escritura se caracteriza por no esquivar los temas difíciles, por confiar en la inteligencia del lector joven y por construir historias que dejan poso.

Una portada que acompaña el conflicto

La portada de este libro, como ilustrador editorial he tenido el placer de buscar capturar esa tensión silenciosa que atraviesa toda la novela: la fragilidad emocional de la adolescencia frente a un mundo adulto lleno de sombras. No adelanta respuestas, pero sí plantea preguntas. Y eso, en una historia como esta, es esencial.

Porque hay libros que no solo se leen. Se piensan, se discuten y se recuerdan.


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